Las tentaciones de Jesús en el desierto y nuestras tentaciones

INTRODUCCIÓN La figura y presencia de Jesucristo en el desierto, abre la Cuaresma del presente año, iniciada ya el pasado miércoles de ceniza. Lleno del Espíritu Santo es conducido al desierto después de su bautismo en el río Jordán. Allí estuvo durante cuarenta días y sus noches sin probar alimento y concentrado en una oración … Leer más

INTRODUCCIÓN

La figura y presencia de Jesucristo en el desierto, abre la Cuaresma del presente año, iniciada ya el pasado miércoles de ceniza. Lleno del Espíritu Santo es conducido al desierto después de su bautismo en el río Jordán. Allí estuvo durante cuarenta días y sus noches sin probar alimento y concentrado en una oración intensa con su Padre, en la vasta extensión, silencio y soledad tan imponentes del desierto inhóspito y duro.

Nos damos cuenta por el relato evangélico de los tres evangelistas: Mateo, Marcos y Lucas,  de estas tentaciones con citas bíblicas que constituyen el diálogo de Jesús y el demonio tentador, en orden a que Jesús, venciendo esas tentaciones, inicie su obra salvadora para liberar a todos los hombres, en la plenitud de los tiempos mesiánicos, de las asechanzas del demonio tentador, rechazando con la gracia divina las tentaciones  o pruebas con las cuales ataca a todos los hombres, de suyo débiles, para que caigan en el pecado y en la rebeldía al plan de Dios.

La revelación contenida en el pasaje de las tentaciones, puede sintetizarse en los tres puntos siguientes: 1º Jesús es tentado al comienzo de su misión apostólica. 2º El tema de las tentaciones, se refiere a su identidad y funciones mesiánicas y 3º Cristo vence las tentaciones a base de fidelidad a la voluntad de su Padre Dios.

LA PRUEBA DEL DESIERTO: LAS TENTACIONES DE JESÚS

La primera tentación, es la de tener: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. La repuesta de Jesús es muy clara: “No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”, es decir, no sólo del puro poseer los bienes materiales. Lo más importante es el ser, lo que somos. Según los criterios de este mundo, cuánto tienes, cuánto vales. Pero, según los criterios del evangelio que propone Cristo, lo más importante deben ser tus valores morales y espirituales, tus ideales del bien, la verdad, la fraternidad y la justicia; el amor y la disponibilidad para servir a los demás con generosidad y teniendo en cuenta a los pobres, desamparados y marginados.

La segunda tentación es la del prestigio. El demonio le proponía a Jesús dejarse caer desde la altura del templo, como para que lo vieran y todos lo aplaudieran y lo siguieran. En este sentido se trataría de un Mesías, el enviado por Dios, recibiendo pura gloria humana, sin cruz, sin asumir el dolor y la inmolación sacrificial a favor liberador de la humanidad doliente y sufriente. Si Jesús hubiera escogido ese camino, en la cruz parecería que sufría, pero la verdad estaría actuando de manera falsa e hipócrita que desde luego esto sería absolutamente imposible tratándose de la verdad divina que no puede engañar, ni defraudar. La tentación del prestigio se da cuando nos interesan las apariencias; cuando antes que el ser, nos interesa el parecer y esto Cristo lo condena, no lo acepta de ninguna manera. Recordemos ahora sus palabras: “Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mc 7, 6).

Y la tercera tentación es la del poder. El diablo o demonio, le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras y me adoras”. El poder se convierte en un ídolo, es nada menos que el falso dios de este mundo, que junto con él da el tener y el prestigio y, ante el cual, muchos hombres y mujeres doblan la cabeza y las rodillas, para obtener beneficios materiales, dinero, posesiones y falsa autoridad y prepotencia, derivados de él. La respuesta de Jesús, debe ser la nuestra: “Retírate Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y a él sólo servirás” y bien dice en otra parte: “¿De qué le sirve al hombre, ganar el mundo entero si arruina su vida?” (Mc 8, 36).

 

NUESTRAS PROPIAS TENTACIONES EN ESTE MUNDO.

En todas las generaciones que han vivido en este mundo y hasta la nuestra, por ser débiles y pecadores, necesitamos continuamente ser socorridos por la gracia, la misericordia y el perdón de Dios y de esta manera pertenecer al Reino de Dios, presente y manifiesto con Cristo y su Iglesia. Cristo ha venido a salvarnos y liberarnos de las insidias del demonio como uno de los signos de su acción mesiánica. Él sabe perfectamente que necesitamos siempre su ayuda para no caer en las pruebas y tentaciones que Satanás continuamente trata a los hombres de apartar de Cristo y su Reino, procurando nuestra condenación temporal y eterna. Y ahora aquí, nos preguntamos ¿cuáles son las tentaciones que sufrimos los creyentes y seguidores de Jesús en nuestro tiempo? Apunto solamente algunas en forma breve.

1º Desear a toda costa y con desenfreno, poseer bienes materiales de mil maneras: dinero, poder terreno, dominio egoísta sobre nuestros semejantes, especialmente los más débiles y desprotegidos. Buscar el placer para que desmedidamente y bajo el influjo de las pasiones desordenadas, se realicen crímenes, homicidios, feminicidios, abusos sexuales, el uso incontenible de drogas y alcohol que producen tantos desordenes y miserias pecaminosas en nuestro mundo actual.

2º Usar sin medida y sin discernimiento de bien o mal, los medios de comunicación social: televisión, periódicos, radio, cine, celulares de todo tipo, etc. Estos inventos del ingenio humano son verdaderamente maravillosos y bien usados y utilizados, pueden ser de hecho muy útiles para poder estar al día en todo tipo de conocimiento e información variada, amplísima y abundante. Pero a la luz de la fe y la verdad y el bien moral revelados por Dios, deben usarse para lograr una formación justa y humana cumpliendo siempre la voluntad salvífica de Dios. Desgraciadamente nos damos cuenta que muchos de estos medios de comunicación mal usados sirven para robar, criminalizar y producir inseguridad con extorsiones criminales. Pidamos a Dios nos dé siempre su gracia y sabiduría, para usar todas estas cosas para el bien y el desarrollo justo de las personas.

+  Fernando Chávez Ruvalcaba

Obispo Emérito de Zacatecas




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