La Sagrada Familia de Jesús, María y José

Fernando Mario Chávez
Fernando Mario Chávez

En el centro de las fiestas navideñas, se nos invita a poner nuestra mirada en la familia como una institución fundamental y espacio privilegiado de la encarnación silenciosa del mismo Hijo de Dios. Y constatando que, en la complejidad de las culturas del mundo actual, emergen nuevas visiones sobre el núcleo familiar, no es menos … Leer más

En el centro de las fiestas navideñas, se nos invita a poner nuestra mirada en la familia como una institución fundamental y espacio privilegiado de la encarnación silenciosa del mismo Hijo de Dios. Y constatando que, en la complejidad de las culturas del mundo actual, emergen nuevas visiones sobre el núcleo familiar, no es menos cierto que los lazos afectivos entre sus miembros siempre constituirán una base firme sobre la cual construir el presente y el futuro, tanto a nivel personal como social y comunitario.

La homilía, dentro de la liturgia eucarística de la palabra, ha de tomarse imprescindiblemente a partir de los textos bíblicos que la conforman y tomando en cuenta este hecho, y teniendo a la vista las lecturas que acabamos de proclamar, podemos distinguir la doctrina que nos presentan, bajo tres aspectos, a saber:

  1. La fidelidad de Dios a su Palabra al instituir en el orden natural a la familia, desde Adán y Eva.
  2. La fe como presupuesto básico ante Dios y su voluntad salvadora.
  3. La nueva familia cristiana que es la Iglesia con el precepto máximo y que reúne a todo mandamiento en la plenitud de la ley divina y que consiste en el amor a Dios por encima de todas las cosas y el amor a nuestros semejantes como hijos adoptivos que somos de Dios Padre, hermanos de Cristo, el Primogénito y morada santa del Espíritu Santo.

La familia humana reflejo de la familia trinitaria del padre, del hijo y del espíritu santo

La realidad de toda familia, comenzando por Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, se forma como comunión interpersonal. El Padre da la vida. El Hijo la trasmite y el Espíritu Santo la lleva a plenitud. A imagen y semejanza suya, Dios nos ha creado y nos ha elevado a participar desde la tierra del gozo de su divinidad única en tres personas, como estamos considerando y de acuerdo a la revelación que Él nos hace a través de su Iglesia, quien ha recibido la misión de enseñarnos el misterio de su amor por la fe que nos infunde a partir del bautismo y demás sacramentos y escuchando y poniendo en práctica su Palabra.

Las familias humanas son una participación y un reflejo de la realidad de Dios, uno en su ser y trino en sus personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El hombre y la mujer unidos en matrimonio por el conocimiento y aceptación de sus personas en y con el amor conyugal dan origen a los hijos. De esta manera resulta una trinidad en comunión interpersonal: padre, madre e hijos, como pálido reflejo de Dios, fruto de su sabiduría, amor y querer libre y soberano. La comunión familiar humana se despliega en conocimiento, entrega, servicio, participación de vidas, con el amor que debe desarrollarse y expandirse cada día en medio de pruebas, alegrías, sufrimientos, consuelos, perdón y misericordia.

Con las acciones de los miembros de la familia y sobre todo con la práctica de las virtudes: justicia, fortaleza, templanza y prudencia, bajo la luz y fuerza de las virtudes teologales: fe, esperanza y amor-caridad, expresiones de la gracia que Dios nos infunde al ser bautizados e iluminados con la palabra divina.

Realidades positivas y negativas en las familias de estos tiempos que vivimos

El tema, siempre actual de la familia, especialmente la cristiana, como todas las cosas de este mundo, presenta aspectos positivos y otros negativos. Aquí, en nuestra homilía no es posible abordar todos estos aspectos o dimensiones familiares. Apuntaré solamente algunos:

A) Aspectos positivos. El bienestar de la persona humana en gran parte depende de una favorable situación de la comunidad conyugal y familiar. La familia debe establecer en su seno, la comprensión entre todos los miembros que la forman. Espíritu de servicio generoso y desinteresado. La paz familiar depende de la apertura de cada persona.

Los padres son los promotores de un ambiente favorable en la familia. De ellos depende la educación y la formación integral de todos y cada uno de los hijos. El respeto mutuo. La solidaridad ante tantos reclamos de la sociedad y de la cultura actuales, requieren de una unión conyugal sólida, amorosa y estable en aumento poco a poco. Los padres favorecen con su amor y servicio conyugales, el crecimiento de la personalidad de cada miembro con la práctica de las virtudes naturales y sobrenaturales.

Fomentar la sana corrección y que la colaboración de todos ayude a obtener los bienes materiales, espirituales y morales. Los hijos deberán amar entrañablemente a sus padres y a sus hermanos, para que la alegría, la participación de bienes sea verdadera y auténtica. El espíritu de oración debe caracterizar siempre, el ambiente familiar y la práctica de la religión aunada a un santo temor de no ofender nunca a Dios.

B) Aspectos negativos. Sin embargo, no en todas partes brilla la comunión familiar como se debe.
En la complejidad de la socio cultura actual, la familia sufre muchos embates que tienden a destruirla, ya que esta institución aparece nublada por la poligamia, las heridas físicas, espirituales y psicológicas que producen los divorcios con sus consecuencias muy duras para la unión y estabilidad de las familias. El llamado “amor libre” destruye la realidad conyugal y la de los hijos.

El alcoholismo, el uso de las drogas y muchos desmanes más llevan a la criminalidad, a la violencia, al temor y amarguras sin fin que estamos constatando en el mundo de estos días dentro de las familias de cualquier clase social. La falta de trabajo y la obtención de bienes materiales y espirituales, producen miseria, odios e insatisfacción que prácticamente hacen muchas veces imposible la vida familiar.

Podríamos seguir enumerando tantas circunstancias adversas para las familias, como es el mal uso de los medios de comunicación electrónica y social con sus contenidos paganos sin tener en cuenta a Dios y el bien que se consigue con su santo temor, camino a la comunión con Él y con nuestros semejantes, desde luego en el seno de nuestras familias que están llamadas por el mismo Dios para proclamar el bien de ellas con sentido apostólico y misionero.

¡Que nuestros buenos deseos de paz y bien en nuestras familias sean una realidad gozosa y fructífera para ser promotoras de humanismo cristiano a favor de todas las presentes y futuras generaciones!

Fernando Mario Chávez Ruvalcaba

Obispo Emérito de Zacatecas

 




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