La presentación del señor

Fernando Mario Chávez
Fernando Mario Chávez

INTRODUCCIÓN Hermanos (as): Hoy con grandísimo gozo y gratitud, damos gracias a Dios, quien nos permite celebrar solemnemente en este domingo IV del Tiempo Ordinario, Ciclo A, la Solemnidad de la Fiesta de la Presentación al Templo de Jerusalén a Jesús Niño. Esta Fiesta está siempre fija en el calendario litúrgico de nuestra Iglesia el … Leer más

INTRODUCCIÓN

Hermanos (as): Hoy con grandísimo gozo y gratitud, damos gracias a Dios, quien nos permite celebrar solemnemente en este domingo IV del Tiempo Ordinario, Ciclo A, la Solemnidad de la Fiesta de la Presentación al Templo de Jerusalén a Jesús Niño. Esta Fiesta está siempre fija en el calendario litúrgico de nuestra Iglesia el 2 de febrero cada año, pero coincidiendo este año con el domingo, según las normas litúrgicas, el esquema del cuarto domingo del tiempo ordinario, deja el lugar a esta hermosa y luminosa celebración. Hago notar, que esta celebración era nombrada “La Purificación de la Virgen María”, pero a partir del Concilio Vaticano II, se completó el significado de esa celebración, precisando su cabal contenido, afirmando que debía ser nominada como “La Presentación del Señor” y de esta manera aparecen unidos Jesús y su madre María (en compañía de su digno esposo San José).Hago también saber, que en las tradiciones de las Iglesias del Oriente, desde los primeros siglos del cristianismo, ya se celebraba esta Fiesta solemnemente y con grande devoción y sentido espiritual con el título de “La Presentación del  Señor”, pero hasta el siglo X , la Iglesia Católica de occidente, cuyo  centro ha sido la ciudad de Roma, se instituyó esta fiesta con el título de “La Purificación de María”. De esta manera, actualmente se han unificado la Iglesia Católica de occidente con las Iglesias cristianas del oriente, resaltando el profundo sentido ecuménico y de comunión universal de nuestra fe en Cristo y María, su dignísima Madre.

 

PROCLAMACIÓN MESIÁNICA DE JESÚS EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN.

Tomando el evangelio de San Lucas el día de hoy, constatamos el hecho de la presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén, en este relato subyace también la historia de la infancia del profeta Samuel quien también fue presentado a Dios en el templo del santuario de Siló, como hecho profético y anuncio de la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén. María y su esposo José, acuden con el niño Jesús al templo para cumplir con el doble mandato de la ley mosaica, a saber: presentación del primogénito varón al Señor dueño de la vida humana y purificación de la Madre a los cuarenta días del parto.

 

El evangelio de San Lucas nos hace saber, que el anciano Simeón inspirado por la gracia de Dios y en espera del Mesías prometido al pueblo de Israel y por él a todos los pueblos de la tierra, constituyen una proclamación en su primera parte, y una profecía en su segunda. Simeón al igual que Ana la profetisa, encarnan la expectativa mesiánica del pueblo de Israel, pues por inspiración del Espíritu Santo llaman a Jesús salvador, luz de las naciones y gloria de Israel. Ideas clave que el prefacio de esta solemnidad sintetiza de manera muy precisa y bella. Es un eco fiel de la exultación que Simeón, varón justo y temeroso de Dios, con el testimonio de su fe iluminada por el Espíritu Santo y que expresó admirablemente la universalidad de la salvación de Dios: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: LUZ PARA ALUMBRAR A LAS NACIONES Y GLORIA DE TU PUEBLO ISRAEL”. Y a continuación entra en escena la anciana y profetisa Ana, que se une al anciano Simeón en la esperanza de cuantos aguardaban la liberación de Israel, no política y meramente humana, sino como revelación del plan de salvación temporal y eterno que Dios ha ofrecido a todos los pueblos de la tierra como don de amor inabarcable, brillante y en plenitud, para liberar a los hombres de las tinieblas del pecado, de las insidias del demonio y de la muerte eterna. María, José, Simeón y Ana, conforman el grupo de los humildes y sencillos a quienes el Padre eterno revela el misterio de Cristo y del Reino de Dios; los que saben leer bajo signos tan pobres y corrientes, la manifestación de Dios en la humanidad de su Hijo divino, Cristo Jesús.

 

APLICACIÓN A NUESTRAS VIDAS DE LO QUE AHORA HEMOS CONTEMPLADO Y CONCLUSIÓN

En nuestros tiempos en los cuales nos ha tocado vivir, estamos bajo la acción redentora y liberadora de Cristo Luz del mundo y para todos los pueblos, que viven simultáneamente entre luces y sombras. Constatamos el desarrollo luminoso de las ciencias y la tecnología como aplicación de la inteligencia humana con libertad para lograr con la transformación de la materia, un sin número de herramientas que han hecho más llevadera y favorable la existencia de muchos pueblos. Con el trabajo constante de muchas generaciones se ha logrado tener un patrimonio universal de bienes espirituales, culturales y materiales, que admirablemente han hecho la supervivencia humana más rica en bienes y favorable en el modo de subsistir ante la dureza que siempre se debe vencer en este planeta tierra que nos ve nacer, desarrollarnos y luego morir. Sin embargo, es doloroso darse cuenta que existen muchas tinieblas de pecado, violencia, inseguridad, crímenes y muertes dolorosas. La incredulidad ha llevado a muchos a olvidarse de Dios y prescindir de Él y su acción providente que se ordena a lograr, con su gracia, nuestra salvación terrena y celeste.

 

¡Podemos ahora concluir, que, sin Jesucristo, luz de todos los pueblos, quien es presentado para que tengamos vida en abundancia, los hombres no podremos alcanzar felicidad, seguridad y alegría de vivir como hermanos e hijos de un mismo Padre y con el amor del Espíritu Santo. Ser testigos de Cristo Mesías como Simeón y Ana en el Templo de Jerusalén, es ahora para nosotros incentivo, aliento y seguridad para presentar nosotros a Cristo luz del mundo a todos los hombres que ama el Señor, desde ahora y hacia la eternidad!

Fernando Mario Chávez Ruvalcaba

Obispo Emérito de Zacatecas




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