Las tradicionales serenatas

Ya sea por la llamada modernidad, globalización, o simplemente consecuencia de otra época, gustos musicales, ocurrencias, indiferencia e ignorancia, nuestras tradiciones están siendo objeto de orquestadas manipulaciones para desplazarlas, incluso desaparecerlas. De esta manera pretenden los aventureros oportunistas imponer sus preferencias que nada tiene que ver con las costumbres del pueblo. Una de ellas, es … Leer más

Ya sea por la llamada modernidad, globalización, o simplemente consecuencia de otra época, gustos musicales, ocurrencias, indiferencia e ignorancia, nuestras tradiciones están siendo objeto de orquestadas manipulaciones para desplazarlas, incluso desaparecerlas. De esta manera pretenden los aventureros oportunistas imponer sus preferencias que nada tiene que ver con las costumbres del pueblo.

Una de ellas, es la tradicional Serenatas Dominicales, cuyo escenario natural era la Plaza Principal, en este caso y refiriéndome específicamente  a lo que queda de nuestro Fresnillo, el kiosco de la Plaza de Armas, erróneamente llamada Jardín Madero.

Aunque esta manifestación musical no es nativa de este país, se adoptó totalmente por nuestros antecesores, inclusive le agregaron elementos muy propios de esta tierra que le aportaron más colorido y vistosidad, sin que se perdiera lo solemne, emotivo y marcial.

En Fresnillo las serenatas dominicales puntualmente, salvo inclemencias del tiempo o bien algunas eventualidades o contingencias inesperadas, se levaban a cabo. Destacaba, evidentemente, la Banda de Música del Municipio, integrada por verdaderos maestros ejecutores de los diversos instrumentos de percusión y viento.

Ellos acudían elegantemente vestidos con uniformes de paño color azul marino estilo militar, sobresalía el quepí, charreteras en las hombreras y botonería de reluciente latón dorado.

Nuestro tema del día de hoy tratará, aunque de manera escueta, lo que se refiere a una de nuestras arraigadas tradiciones populares que está virtualmente amenazada con desaparecer: la serenata dominical. De paso como efecto colateral la extinción de la Plaza Principal para dar cabida a las absurdas imposiciones de ignorantes oportunistas.

La serenata dominical nace desde el primer instante en que se construye el kiosco al centro de la antigua Plaza Principal. Y, no fue tan solo un simple evento, fue nada menos que un proyecto especial con motivo de la celebración del Primer Centenario de la Independencia de México.

Un programa especial lo reseña y en este sentido medio lo haremos narrando ya en otra ocasión. Se inauguró el kiosco el 14 de septiembre de 1910. La Plaza Principal a partir de ese acontecimiento se llamaría la Plaza de Armas. En el andador exterior las bancas de fierro forjado y los arbotantes del mismo material de los cuales pendían esferas de vidrio en cuyo interior se instalaron lámparas incandescentes, sobresalían las enormes cabezas de dragones. 

La ceremonia inaugural fue a las 4 de la tarde, en el programa especial de la Banda Musical interpretó la obertura “Lata Piel” de Keller Bela, así como el Vals de Salón de Arellano y la marcha Patriótica de Stanley. El día 15 de septiembre desde las 7 de la tarde un paseo con la Banda de Música en el jardín y a las 11 de la noche la primer serenata.

Las audiciones musicales con bandas de la localidad o invitadas, no tan solo se presentaban en el jardín principal los domingos, aquí en este mineral en el primer lustro de los cuarentas, cada jueves en la pérgola de La Alameda. Dejaron de disfrutarse cuando se construye el jardín de niños frente a la escuela Morelos.

Alas serenatas en la Plaza de Armas acudían familias a escuchar las interpretaciones de la Banda de Música de todo tipo, como marchas, valses, pasodobles, chotis, fox trox, etcétera. Las Bicicletas, un domingo en la Alameda, Paseando por Plateros, entre otras eran las más escuchadas. Al inicio y finalización de las audiciones jamás faltaba la Marcha de Zacatecas.

Las damitas caminaban en el andador inmediato a la balaustrada en un sentido, los varones lo hacían por el andador exterior y en el sentido opuesto. Los padres desde el interior en torno al kiosco observaban de lejecitos a sus hijas. Los galantes jóvenes obsequiaban dulces o flores a quienes pretendían. No faltaban las bromas, para ellos se recurría a los cascarones rellenos de confeti o bien con harina. Alrededor del jardín las vendimias se instalaban desde temprana hora.

A 107 años de haberse inaugurado tan solo breves pasajes de las inolvidables serenatas y observa con detenimiento las condiciones actuales de la Plaza de Armas y principalmente del emblemático kiosco, surge de inmediato la exigencia, demanda ante quien corresponda para rescatar lo que requiere de urgencia atención sin paralelo.

De no hacerlo nos convertiríamos en cómplices del deterioro y extinción del patrimonio histórico y cultural del pueblo. La exigencia: rescatar la Plaza de Armas y las serenatas dominicales que si son una tradición. Lo demás meras ocurrencias impuestas por arribistas, ignorantes que solo buscan la notoriedad.  

Imagen Zacatecas – Carlos López Gámez




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