Un año

El presidente López Obrador cumplió un año de gobierno y lo ha ejercicio todos los segundos de este año a partir de un indudable respaldo de la mayoría de los ciudadanos que en el país votaron por él y que desde el primer momento han apoyado su gestión presidencial a través de un sistema democrático … Leer más

El presidente López Obrador cumplió un año de gobierno y lo ha ejercicio todos los segundos de este año a partir de un indudable respaldo de la mayoría de los ciudadanos que en el país votaron por él y que desde el primer momento han apoyado su gestión presidencial a través de un sistema democrático del que los mexicanos nos sentíamos orgullosos.

La popularidad del presidente se mantiene, contra la lógica que ha privado en el país en las últimas 3 décadas, a pesar de que destruyó las que, bajo esa misma lógica, constituían las bases en las que descansaban las expectativas económicas y de desarrollo social del país: al son del discurso de dos palabras que todos conocemos, ‘anticorrupción’ y ‘voluntad del pueblo’, en el que se fundamenta el movimiento que él denomina Cuarta Transformación de México, paradoja tras paradoja, desmanteló el proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México al mismo tiempo que construye otro que todos sabemos inviable en una base militar, acabó con programas sociales que beneficiaban a madres trabajadoras y sus bebés, a cambio de regalar dinero a los jóvenes que no estudian ni trabajan, igualmente ofrece precios de garantía a los pequeños productores del campo bajo un esquema que los condena a perpetuarse en zonas rurales en las mismas condiciones precarias.

Al mismo tiempo, por primera vez en décadas, el producto interno bruto del país estará en cifras negativas, contrario a su oferta de campaña; subieron los precios de la gasolina, al contrario de lo que ofreció en sus años como aspirante a la presidencia. Se empeña en construir una refinería en terrenos cenagosos en una época en la que el mundo señala la devastación mundial producto del efecto invernadero y todos los análisis y predicciones sobre el futuro económico del país, hechos por expertos nacionales y extranjeros, son desalentadores, al mismo tiempo que él los desautoriza y desestima.

Dolorosamente aumentan las cifras que miden la inseguridad, la cuenta de muertes violentas, las operaciones contra blancos del crimen organizado, que se abortaron por falta de planeación e impericia; las páginas de los diarios están cada vez más llenas de descripciones desgarradoras y obscenas de asesinatos llevados a cabo con toda crueldad, y de cuerpos quemados o descuartizados y esparcidos por las calles de todo el país. En las mismas páginas se acusa directamente al presidente de solo ofrecer demagogia y mentiras.

El mismo presidente ahora parece que está determinado a socavar el organismo ciudadano que se encargó de organizar las elecciones que le garantizaron su victoria electoral.

Todo esto sucede en el mismo país en el que el presidente conserva una popularidad absolutamente sólida y que ha soportado andanadas que seguramente habrían puesto en entredicho cualquier otro gobierno, tal y como él mismo parece poner en entredicho el futuro del país entero.

El presidente conserva su respaldo social porque ha logrado transmitir a la gente su idea acerca de que la condición necesaria para que México llegue a ser uno de los países globales que los funcionarios, empresarios y la mayoría de los comentaristas de los medios de comunicación que han ejercido en México en los mismos 30 años nos dijeron que debemos admirar es, precisamente, que ese grupo que gobernó al país desaparezca y deje de detentar los  privilegios que obtiene del orden social del subdesarrollo mexicano.

Esta enorme paradoja mexicana es la razón por la cual no hay hoy en día discurso más radical que hablar de democracia. La misma democracia a través de la cual el grupo que detentó el poder político y económico justificaba su prevalencia, pero que la mayoría del país no sabe dónde está. El presidente ha logrado que los mexicanos estemos dispuestos a pagar el precio de sus errores y desplantes a cambio de acabar con el poder político y económico de quien decía llegó a él a través del mejor sistema electoral del mundo, el mismo que el presidente ahora cuestiona.




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