No se comen; pero todos los conocen: Los Chacuacos

Foto: Carlos Montoya.
Foto: Carlos Montoya.

Están a la vista de todos, son parte del entorno y desde lo alto ven el trascurrir del tiempo siendo testigos de la historia zacatecana, nos referimos a los Chacuacos, también conocidos como Troneras.

ZACATECAS.- Están a la vista de todos, son parte del entorno y desde lo alto ven el trascurrir del tiempo siendo testigos de la historia zacatecana, nos referimos a los Chacuacos, también conocidos como Troneras.

Se trata de esas enormes torres de ladrillo que, por su altura, son visibles desde diferentes puntos de la ciudad y que son parte del entorno zacatecano.

Uno de ellos está en la Plaza Bicentenario y pueden apreciarse a manera de figuras que rescatan el pasado minero de Zacatecas.

Jesús Domínguez Cardiel, maestro en Historia, actualmente es docente del Centro de Actualización Magisterial (CAM), donde se ubica el Chacuaco más alto, comentó que mide aproximadamente 60 metros.

El terreno donde se ubica actualmente es el CAM, durante el siglo 19 fue una hacienda y una mina a la que bautizaron con el nombre de Lete.

El más alto de Zacatecas mide 6 metros.

Por lo anterior, se le conoce a la colonia Francisco E. García como el “Ete,” ya que ahí se explotaba y fundía el mineral, principalmente la plata.

Pero pa’ qué sirven

Técnicamente eran chimeneas y respiraderos que expulsaban hacia arriba toda la contaminación que producía trabajar la plata en el lugar.

Como el humo y otros agentes contaminantes perjudicaban la salud de quienes vivían cerca del ingenio, los chacuacos eran una necesidad para que la mina continuara siendo explotada.

Se construyeron para que salieron los contaminantes de la mina.

Para edificarlas se necesitaban recursos naturales como la madera, la leña y el agua para apuntalar los socavones al interior de los tiros; aunque el ladrillo fue el material principal para levantarlas.

El propietario de la mina fue Primero Iriarte, de origen español de la región del País Vasco.

Y para los que se apellidan Letechipia ahí va el dato curioso, este español cedió sus pertenecías a sus sobrinos, Juan Manuel y Juan Martín, quienes tenían este apellido y la explotaron durante 30 años.

Son símbolo de que la ciudad capital es minera, por eso hay una en la Bicentenario.

¿Lete o aquel?

Fue ese entonces que el Cerrillo, como así se le conocía al lugar donde estaba la mina, cambió el nombre al de Lete, en reconocimiento al apellido de sus dueños.

Como dato histórico, en este lugar en el año de 1887, se registró una explosión de dinamita que provocó la muerte de muchos trabajadores.

Para ponerlos en pie se utilizó mucho ladrillo.

Tras varios años de inactividad, en que los señores Letechipia se apartaron del giro minero, en 1861 la mina pasó a manos del empresario Jesús Escobedo Nava.

Don Chuy decidió en 1888 colocar unas placas en un arco de la entrada al ingenio, las cuales permanecen todavía en el lugar original, y en la base del Chacuaco puso su nombre.

Otros lugares donde existen las troneras es en la calle Insurgentes del Centro Histórico y dos que estaba en Guadalupe, donde se fabricaban ladrillos.

El más antiguo tiene el nombre de su fundador.



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