La extrema pobreza en México

La inmensa mayoría de los médicos mexicanos que ejercemos en nuestro país, tenemos que atestiguar cómo la persistencia de la pobreza extrema en México socava el disfrute de los derechos humanos por parte de nuestros conciudadanos. En el quehacer cotidiano en Chiapas, el Estado de México, Zacatecas, Oaxaca, Guerrero, las profundidades de la Sierra Tarahumara, … Leer más

La inmensa mayoría de los médicos mexicanos que ejercemos en nuestro país, tenemos que atestiguar cómo la persistencia de la pobreza extrema en México socava el disfrute de los derechos humanos por parte de nuestros conciudadanos.

En el quehacer cotidiano en Chiapas, el Estado de México, Zacatecas, Oaxaca, Guerrero, las profundidades de la Sierra Tarahumara, la Huasteca Queretana o el Altiplano Potosino, el contacto de los médicos con muchas personas sin hogar o en una pobreza profunda se alterna, por el mismo ejercicio de la profesión, con -a veces altos- funcionarios del gobierno estatal y federal, al mismo tiempo que con las docenas de expertos y grupos de la sociedad civil interesados en el tema. Esa interacción nos da una visión privilegiada del escenario que los mexicanos diariamente debemos enfrentar.

El ejercicio cotidiano de la profesión de los médicos mexicanos coincide con dramáticos cambios de dirección en las políticas nacionales relacionadas con la desigualdad y la pobreza extrema. El proceder del gobierno federal y el paquete fiscal propuesto, a la inversa de lo que dice el discurso oficial, parece una apuesta para que México logre convertirse en una sociedad todavía más desigual, y aumentará en gran medida los ya altos niveles de desequilibrio de riqueza e ingresos entre el 1% más rico y la inmensa mayoría más pobre de los mexicanos.

Los dramáticos recortes en el gasto destinado a salud y la centralización y falta de transparencia con las que ya se implementan los planes de combate a la pobreza que ahora ejerce la administración federal parecen orientados a destrozar elementos cruciales de una red sanitaria que ya está llena de agujeros.

México es uno de los 15 países más ricos del mundo; pero su riqueza no se aprovecha, ni antes ni ahora, para hacer frente a la situación en la que 40 millones de personas siguen viviendo en la pobreza.

Los mexicanos hemos visto y oído el mismo discurso durante años, y en los hechos es el mismo de los últimos 18 meses. Los suburbios de cualquier ciudad del país están llenos de personas que apenas sobreviven sin esperanzas de que sus hijos tengan vidas mejores; en todo el país los oficiales de policía desalojan de parques públicos a personas sin hogar que no obtienen respuesta cuando preguntan a dónde pueden mudarse; las páginas de los periódicos describen cómo miles de pobres son víctimas de programas sociales que parecen intencionalmente diseñados para explotar perpetuamente a los miserables; todos sabemos de lagunas llenas hasta el borde con aguas residuales en estados donde los gobiernos no consideran que las instalaciones de saneamiento son sus responsabilidad;  el país está lleno de personas que han perdido todos sus dientes porque el cuidado dental de los adultos no está cubierto por la gran mayoría de los programas sanitarios destinados a los muy pobres; todos sabemos de las altas tasas de mortalidad y la destrucción familiar y comunitaria causada por opioides, y de los mexicanos que viven junto a una montañas de basura, completamente desprotegidas cuando llueve, trayéndoles enfermedad, discapacidad y muerte.

Por supuesto, esa no es toda la historia. También hay funcionarios estatales y municipales que están decididos a mejorar la protección social para la gente más pobre de sus comunidades; hay sociedad civil energizada en muchos lugares; hay iglesias de todos los credos que cuidan a las personas sin hogar al terminar sus servicios religiosos y sigue existiendo extraordinaria resiliencia y solidaridad comunitaria; y en la ciudad en la que vivo existen iniciativas de salud visual proporcionada por médicos voluntarios.

El excepcionalismo mexicano es un tema constante en el México que nos toca vivir. Pero en lugar de cumplir los admirables compromisos de sus próceres, México demuestra ser excepcional de maneras mucho más problemáticas que están vergonzosamente en desacuerdo con su inmensa riqueza y su compromiso fundacional con los derechos humanos. Como resultado, abundan los nauseabundos contrastes entre la riqueza privada y la miseria pública.




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