Chalchihuites, el Edén zacatecano

Foto: Cortesía.
Foto: Cortesía.

Los lugares de extracción minera comienzan en la sierra, en donde existían minas de metales plomosos.

A Alejandro Gallegos Sánchez (qepd)

En la Biblioteca Nacional de Madrid se encuentra un interesante documento redactado a finales del siglo XVIII por el bachiller Bartolomé Sáenz de Ontiveros, en el que describe con detalle cómo era el Real de Chalchihuites en 1777.

Gracias a don Bartolomé pude enterarme de que la denominación original de este lugar era “Real de Minas del Señor San Pedro de los Chalchihuites”. Este nombre complejo revela su vocación minera, la profesión de una profunda religiosidad y la devoción a su santo protector, el apóstol San Pedro; así como el nombre y origen prehispánicos de este maravilloso rincón del actual Estado de Zacatecas.

Con la excelente y precisa descripción que Sáenz de Ontiveros plasmó para la posteridad, se puede imaginar la época de esplendor de que gozaban los habitantes del  real minero; gracias a su tenacidad, creatividad y esfuerzo. Además, mediante este manuscrito se puede hacer un acercamiento al conocimiento de su ubicación geográfica, límites, lindes, población, meteorología, así como de sus productos agrícolas y mineros.

De su población dice que ésta: “se compone de un corto vecindario de españoles y dos pueblos o barrios de indios, uno de tonaltecos y el otro de tlaxcaltecas”. El poblado se encontraba abrigado por una sierra extensa y áspera; por el lado oriente se encontraba un territorio casi llano por donde se llegaba hasta Durango, mismo que se encontraba a treinta leguas de distancia; por la parte norte, en línea recta se podía llegar a la Villa de Sombrerete; por la parte sur, se llegaba a San Andrés el Téul, frontera de indios chichimecas; en la parte oriental se encontraban los terrenos de donde se sacaban minerales.

Cerca de este real, por al sur, pasaba un arroyo “con resabios de río” que en tiempos de agua era caudaloso y en tiempos de sequía quedaban algunos charcos que suministraban el agua por el resto del año. Por el norte se deslizaba un río que nacía en la Sierra Madre y a la entrada del pueblo había un ojo de agua dulce con dos veneros, uno de agua fría y el otro de agua tibia.

Esta tierra generosa producía diversos frutos, entre ellos: toda especie de pera, duraznos, melocotones, priscos blancos, albaricones, nogales de Castilla y manzanas chatas de san Juan que son las más dulces. Asimismo contaba con una abundante cantidad de higueras que producían higos blancos y negros llamados también mulatos. En cuatro o cinco partes de las huertas se hallaban los viñedos que daban uva agria y agridulce. El paisaje lo conformaban álamos blancos y negros, sauces y saúcos, así como hierbas y raíces medicinales, entre ellas: el romero, la ruda, cardo santo, borrajas, siempreviva, perejil, mastuerzo, poleo, hierbabuena, apio, tomillo, mejorana, albahaca, salvia, toronjil, manzanilla, artemisa, llantén, malvas, ortigas, celedonia, peonia, inmortal, mostaza, pimpinela, cilantro, hinojo, azafrán, romín y espárragos. Asimismo, la tierra producía muy bien las legumbres, entre ellas: cebollas, ajos, repollos, coles, lechugas de todas especies, rábanos, nabos, betabeles, papas, zanahorias, calabazas de todas las especies, pepinos y chayotes.

No podía faltar en este Edén zacatecano, una gran variedad de flores que le imprimían un toque especial al paisaje. Había rosa de Castilla, diversidad de claveles, jazmines, retamas, adormideras, vara de san José, amapolas, cempoales y azucenas conocidas también como flor de san Pedro (una flor muy simbólica y significativa para este lugar donde se veneraba a este santo como patrono y protector). En los campos y las huertas saltaban a la vista los mirasoles, chinitas (una especie de clavel), flor morada, espuela de caballo, litio cárdeno y quiebraplatos flor morada con especial virtud contra la mordedura de víboras que, como criaturas del señor, poblaban de manera abundante esta región junto a una diversidad de arañas.

Y ya entrando en materia de fauna silvestre, se puede decir que existían aves de canto que alegraban el campo, predominando entre ellas: calandrias, gorriones mecos y zenzontles (palabra que en castellano significa cien tonos), estos últimos muestran un plumaje matizado de azul y blanco, y remedan a cuantas aves oyen.

En cuanto a la producción minera, podemos decir que los lugares de extracción comienzan en la sierra en donde existían minas de metales plomosos, a medida que se internaba la gente en el lugar, podía encontrar varias minas, las más antiguas de este real.

Esto es solo un extracto de este valioso y descriptivo documento que, como ya se mencionó, fue redactado un 16 de septiembre pero del año de 1777 por don Bartolomé Sáenz de Ontiveros, cura, vicario y juez eclesiástico de este real de minas. Documento que además de mostrar una imagen del Chalchihuites de esa época, también deja un mensaje a quienes tenemos la delicada responsabilidad de ser cronistas. Gracias a don Bartolomé pudimos viajar en el tiempo y en el espacio. Esa misma posibilidad podremos ofrecer a las futuras generaciones para dejar testimonios de nuestro tiempo.

*Cronista de Zacatecas.

 

 




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