Casi el fin de año

Uno de los efectos que han provocado las emergencias políticas en el continente americano es el cuestionamiento al modelo económico, no sólo en América del Norte, sino también en Latinoamérica. Los argumentos contundentes se posicionaron desde el Brasil de Lula, la Venezuela de Chávez (Maduro), Bolivia ( Morales), Ecuador (Correa), Cuba (los Castro), y recientemente … Leer más

Uno de los efectos que han provocado las emergencias políticas en el continente americano es el cuestionamiento al modelo económico, no sólo en América del Norte, sino también en Latinoamérica. Los argumentos contundentes se posicionaron desde el Brasil de Lula, la Venezuela de Chávez (Maduro), Bolivia ( Morales), Ecuador (Correa), Cuba (los Castro), y recientemente México (López Obrador), y acusaron: la concentración de la riqueza sigue en pocas manos, en detrimento de la sociedad y el haber aumentado la pobreza y la exclusión social.

El argumento tiene peso y objetividad, ha sido uno de los mayores motores de un nuevo ánimo social que recorre el continente y que se nutre del combate discursivo de las nuevas hegemonías con base en el ataque a la corrupción y las desigualdades económicas. A la par se cuestiona el modelo democrático y representativo, sus instituciones y organismos.
Bajo ese contexto, la democracia tiene una aceptación del 48%, según el último latinobarómetro; las instituciones con mayor confianza son el ejército, la iglesia y la policía, y las que menos confianza presentan son el Congreso, el Poder Ejecutivo y recientemente el Poder Judicial.

El dato es preocupante por lo que parece, que el gran enemigo son las instituciones representativas y las instituciones de control del Poder, que son vistas sólo como los instrumentos de las elites y no como parte de un entramado jurídico político, diseñado para equilibrar el poder y fruto de las más importantes luchas ideológicas del mundo, que de una u otra manera son las columnas que sostienen a los regímenes y sistemas políticos democráticos. En este entramado las clases políticas tradicionales han perdido peso e influencia, sea por su corrupción e ineficacia para enfrentar los cambios sociales que se han venido gestando y sin la capacidad para conducir las necesidades y demandas de la sociedad, el estado ya no ha podido elaborar un esquema de bienestar social que garantice un proyecto de vida a sus ciudadanos.

Ante este panorama, la ola de inconformidad, hartazgo, agotamiento de diversos grupos y sectores sociales va en aumento y radicalizando a las nuevas generaciones que no han encontrado en las alternancias democráticas el bienestar prometido, al contrario, se ha hondado la incertidumbre del futuro y la frustración ha roto las esperanzas.

 

Nota. ¿Cómo podemos terminar un año, político, sin la definición del Estado que se quiere construir?

*[email protected]




Más noticias


Contenido Patrocinado