Las puntas de la vida

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Nadie elegimos el momento ni el lugar -ni mucho menos, las condiciones- de la vida a laque llegamos; de igual forma, nadie sabemos cómo ni cuándo será nuestra partida. Cuando alguien nace todos congratulamos a los padres y a los abuelos, les llevamos flores y regalos para el neonato y le buscamos parecido hasta con … Leer más

Nadie elegimos el momento ni el lugar -ni mucho menos, las condiciones- de la vida a laque llegamos; de igual forma, nadie sabemos cómo ni cuándo será nuestra partida. Cuando alguien nace todos congratulamos a los padres y a los abuelos, les llevamos flores y regalos para el neonato y le buscamos parecido hasta con el pariente más lejano siendo que los recién nacidos se ven todos iguales.

Después, cada año le recordamos, bien con un presente o al menos con un mensaje y, cuando su vida llega a su fin, se le despide, también, con flores, oraciones y, cambiamos las risas de su llegada por lágrimas.

Todos hemos tenido la oportunidad de sostener en nuestros brazos a un bebé; algunos, además, hemos sido bendecidos con la posibilidad de ver -y oír- los primeros latidos de su corazón en la sala de ultrasonido del obstetra. Y en cada una de esas etapas es tan posible imaginarse al Creador como sentado frente a un lienzo, dando un pincelazo cada vez, y sorprendiéndonos con lo milagroso que va resultando aquello. Tanta perfección es para quedarnos sencillamente sin palabras.

Y conforme va a pasando el tiempo y aquel milagro de la creación empieza a dar muestras de lo que es ya no instinto sino razón e inteligencia, viene otra oportunidad para maravillarse de nueva cuenta: ¡El hombre es capaz de descubrir e inventar cosas sorprendentes! Y, yendo más allá, el hombre es capaz de elegir, de decir sí o de decir no, de acuerdo a su convicción y conveniencia. ¡Qué maravilla!

Yo creo que es por eso que, cuando despedimos a los muertos, solemos ser respetuosos y lloramos, porque algo tan magnífico, que sembró y cosechó tanto a su paso, no está más ya, y tendremos que arreglárnoslas sin él, y hacer como si nada hubiera pasado, o mejor sí, haciendo lo posible por honrar su memoria enviando a los demás un mensaje de que su paso por nuestra vida no fue en vano y que aquel que se fue caló hondo en nuestra propia existencia.




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