Sputnik , mi amor

Sapiosexual, sólo así se podría definir la relación puntualizada en esta novela. El amor o atracción hacia el intelecto de otra persona, sin importar el físico o género de ésta.

El lector se encuentra ante un diálogo sencillo, sin palabras rebuscadas, con escenarios en tonos otoñales y cientos de canciones sugeridas.

Hay un romance puro que nace a partir de conversaciones profundas y encuentros en el momento perfecto.
Ese tipo de relación que la mayoría de las personas desea con una especie de click inmediato, y que a medida que pasa el tiempo dejan de existir los secretos entre ambos o para este caso, ambas.

Sumire, una chica que se olvida de comer si su libro en turno se torna interesante, se enamora de una maestra, a la cual el narrador se refiere como Myû. 

Murakami nos cuenta esta historia a través de una tercera persona, que sin estar involucrada en el amorío de las chicas, tiene la cercanía adecuada para explicar lo sucedido. 

Entre páginas podemos ver características de la cultura japonesa; música, plazas, estilos de vida y demás, todas expuestas al estilo del autor.

A pesar de que las descripciones minuciosas que lo caracterizan, en esta obra se aprecian espacios minimalistas que se llenan de emociones y no de muebles.

La trama se envuelve en un aire existencialista, el hecho de ver que poco a poco queda menos tinta por ojear y más problemas por resolver, crea una especie de ansiedad.
 
He releído incontables veces esta obra en los últimos años, encontrando nuevos pormenores cada ocasión. Es en definitiva, una obra que recomendaría sin dudar. 

Citlalli Santiago, estudiante y divulgadora científica

Imagen Zacatecas – Redacción