Leyenda de Remigia la francesa

Manuel González Ramírez.
Manuel González Ramírez.

Una de las cosas que distinguen a los pueblos es la originalidad de sus leyendas, vinculadas a lugares, sucesos y personajes que existieron o aún prevalecen. Estos relatos a veces contienen pequeñas dosis de realidad histórica y una gran parte de fantasía o viceversa. En el caso de mi pueblo natal, Villanueva, muchas leyendas han … Leer más

Una de las cosas que distinguen a los pueblos es la originalidad de sus leyendas, vinculadas a lugares, sucesos y personajes que existieron o aún prevalecen. Estos relatos a veces contienen pequeñas dosis de realidad histórica y una gran parte de fantasía o viceversa.

En el caso de mi pueblo natal, Villanueva, muchas leyendas han sido trasmitidas de generación en generación. Son narraciones que van tejiéndose con el tiempo y son producto de la búsqueda de una explicación a muchos acontecimientos ocurridos en épocas anteriores, remotas o inmediatas. Esto pone de manifiesto la inquietud innata del ser humano, casi siempre insatisfecha, de querer conocer su pasado histórico y, en ocasiones, al no contar con fuentes originales recurre a la “reconstrucción de acontecimientos” por medio de la imaginación.

Uno de los primeros relatos que escuché en mi infancia tenía que ver con unos tesoros que estaban ocultos en la Sierra Fría que está ubicada entre los límites de los actuales municipios de Genaro Codina y Villanueva. La gente mayor hablaba de unos mapas dibujados en trozos de cuero y de sus privilegiados poseedores que en ocasiones se iban en busca de esos botines que fueron amasados y escondidos por los bandoleros que asolaron la región en el siglo XIX. Siempre me quedé con las ganas de conocer uno de esos misteriosos mapas que aportaban las pistas para llegar al punto exacto donde estaba sepultado el tesoro. Asimismo, nunca se supo si alguien encontró algo.

Cuando era adolescente también me enteré de un relato fabuloso que estaba vinculado con la fundación de Villanueva. Contaba la tradición oral que el origen de esta villa se debió a misteriosas apariciones del apóstol san Judas Tadeo, quien siempre solicitaba que se le erigiera un templo en ese lugar. Al parecer, en algún momento se le cumplió su deseo y en torno a ese recinto se fueron construyendo las casas los primeros pobladores. Y de esa manera surgió y fue creciendo la Villa de Villagutierre del Águila (nombre original de la actual ciudad de Villanueva).

Sin embargo, una de las leyendas más emblemáticas y originales de Villanueva es la que está relaciona con Remigia “La francesa” que supuestamente se aparecía en una vieja casona del centro histórico de esa cabecera municipal. Durante muchos años, la maestra jubilada Rosa María Márquez (qepd), vivió en esa interesante casa que constaba de un zaguán que conducía a un patio en cuyo centro se encontraba un pozo con brocal. El zaguán se conectaba a la derecha con la biblioteca y al lado izquierdo con el resto de la casa. En primer lugar estaba una enorme sala y dormitorio aderezados con mobiliario antiguo. La estancia se iluminaba con la luz del sol que entraba por dos balcones que daban a la calle. Luego, había un dormitorio. Enseguida, otro. Y al fondo, la cocina, comedor y una pequeña alacena.

Más de una vez tuve el privilegio de charlar con la maestra Rosa, ahí en su biblioteca privada. Y en ocasión me contó sobre una de serie de sucesos que tuvieron lugar en su casa en la segunda mitad del siglo XIX. Entre otros, me comentó que ahí vivió una mujer muy guapa llamada Remigia y la apodadan “La francesa”, debido a su nacionalidad. Fue una de muchas personas de origen francés que tras la caída del emperador Maximiliano se quedaron a vivir en esta comarca. Muchos de ellos, desertores del ejército francés, se cambiaron los nombres y apellidos para tratar de pasar desapercibidos. Muchos se fueron a vivir a comunidades alejadas de la cabecera municipal.

Remigia se quedó en Villanueva, sin embargo, no vivía sola. Estaba acompañada de un grupo de bandoleros que tenían asolada la región y que no respetaban ni personas ni lugares al momento de cometer sus atracos. Por tanto, los templos tampoco quedaban exentos de sus fechorías.

Por un tiempo, la suerte favoreció a esa banda de forajidos que amasó una gran fortuna consistente en joyas, dinero, ornamentos sagrados y otros objetos de valor que escondieron en algún lugar. Su suerte acabó el día que se encontraron con un piquete de seguridad que los abatió. No sobrevivió ninguno.

La pobre Remigia quedó inconsolable y murió al poco tiempo. Además de los bandoleros, ella sabía donde estaba oculto el botín que ya no pudieron disfrutar quienes lo amasaron a base de sangre y violencia. Y cuenta la leyenda que poco antes de morir recibió los auxilios espirituales de un confesor que la exhortó a que devolviera los objetos sagrados que sus cómplices habían sustraído de algunos templos y de esa forma reconciliarse con el Creador. Remigia ya no tuvo tiempo ni de acceder a la petición del sacerdote ni a revelar el lugar donde estaba escondido el botín.

Por esa razón, su alma no puede descansar en paz hasta que se cumpla la penitencia que le impuso su confesor. Cuenta la conseja que Remigia se aparece a menudo en esa casa, sobre todo, en los balcones, esperando que alguien le ayude. Ella busca un valiente a quien revelarle el lugar exacto donde está el jugoso botín, para que regrese a su lugar los objetos sagrados y… la recompensa… será el resto del tesoro. Más de un villanovense asegura que ha vista a Remigia que se asoma por una de las ventanas. Pero no se detienen. Al contrario, aceleran el paso.

La maestra Rosa me decía: “a mi se aparece seguido… pero no le hago caso… me hago la disimulada”.

*Cronista de Zacatecas.




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