Infidelidad

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Todos hemos sido infieles un millar de veces. Infieles a nosotros mismos, a los demás y a nuestro Creador.

Hace unos cuantos días, en una reunión con un reducido grupo de jóvenes, abordamos como tema de conversación el asunto de la infidelidad. La peculiar forma como la chica de unos diecinueve años propuso el tema me hizo comprender que en su familia se había suscitado algún incidente de este tipo y la herida se encontraba aún fresca. Y así lo manifestó en su momento: un familiar suyo había estado engañando a su esposa, ella le quiso pagar con la misma moneda y lo demás es historia.

La postura de todos fue un contundente rechazo a este tipo de conductas. Incluso las de algunos, principalmente de las mujeres, muy dura: “yo nunca le perdonaría a mi pareja una infidelidad”. Y entonces fue cuando yo les planteé dos escenarios: el primero, en el que la infidelidad se daba de manera sistemática en uno de los cónyuges y, el segundo, en el que ésta se presentó como un caso aislado, producto de una clara equivocación.

Ante el primer escenario todos estuvimos de acuerdo en que vivir una relación bajo esas condiciones era enfermizo y destructivo. Para los dos: el infractor, sin darse cuenta de su patología, o sin aceptarla, hundiéndose más en ella y dañando a cuanta vida se cruzase en su camino; y para la víctima, permitiendo que se hiriesen severamente su dignidad y sus sentimientos. Y concluimos en que, si después de buscar ayuda y establecer compromisos encaminados a establecer condiciones claras para la conversión y el cambio, éste no se daba de forma auténtica y definitiva, lo inevitable era la separación.

El que causó más debate fue el segundo escenario. En éste se planteaba que el cónyuge que se “echó su canita al aire”, tal vez víctima de las circunstancias y de una debilidad en la voluntad a la que todos estamos expuestos, cayó, y después, auténticamente arrepentido, acudió con su pareja a contarle todo y pedirle perdón. La gran mayoría -si no es que todos- afirmaron que tampoco estarían dispuestos a perdonar a su pareja aún en estas circunstancias.

Los seres humanos somos muy duros cuando juzgamos a los otros y muy condescendientes con nosotros mismos. Todos hemos sido infieles un millar de veces. Infieles a nosotros mismos, a los demás y a nuestro Creador. Pero, es cierto, la confianza en la pareja es como una vasija de un cristal muy delicado que, cuando se rompe se rompió y punto. Se puede pegar pero ya no queda igual, se ven las uniones de los fragmentos, las cicatrices que ese grave acontecimiento -aunque se haya caído una sola vez- dejó.

Cada pareja tiene sus propias bases y vive dentro de su propia realidad. No es posible ver bajo el mismo cristal todos los casos. Lo que sí es definitivo afirmar es que siempre hay caminos hacia la reconciliación y que, en todos, la puerta de entrada es el perdón.

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