Incentivos a la corrupción

En la opinión pasada abordé la forma en que la corrupción se ha apoderado de nuestro país, lo complicado que es erradicarla cuando ni siquiera se acepta la magnitud y esta se desarrolla de forma natural en todas las esferas y niveles de la sociedad y el gobierno. Hoy como un buen ejemplo a estos … Leer más

En la opinión pasada abordé la forma en que la corrupción se ha apoderado de nuestro país, lo complicado que es erradicarla cuando ni siquiera se acepta la magnitud y esta se desarrolla de forma natural en todas las esferas y niveles de la sociedad y el gobierno. Hoy como un buen ejemplo a estos supuestos, reaparece en la agenda nacional con la necesaria parafernalia que envuelve la noticia de la extradición y juicio del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte.  
El caso de Javier Duarte, es necesario mantenerlo siempre en el contexto de cómo se ha ido desarrollando, lo cual parece se convertirá en un caso más de evidente corrupción, impunidad, injusticia, revanchismo político-electoral, todo dentro del cobijo de la clase política mexicana y la debilidad y complicidad del Estado mexicano: un gobernante señalado por desvío de recursos y graves actos de corrupción el cual se convirtió de un día al otro de gobernador a prófugo de la justicia. 
Señalamientos y acusaciones formales de cientos de evidencias en el desvío de recursos de obras y programas sociales, el enriquecimiento que se dio a partir de los recursos públicos, la ambición patética de su esposa y las suntuosas propiedades del matrimonio que gobernó por casi seis años, fueron exhibidos públicamente con la promesa de hacer justicia contra un gobernador de quien todos, incluyendo compañeros  e impulsores dentro del PRI, terminaron por deslindarse de quien sería considerado, por la propia clase política, gobernantes, medios de comunicación y sociedad en general, como un criminal que será recordado por simular tratamientos contra el cáncer en cientos de niños en Veracruz.   
Sin embargo el juicio social y el desprecio de sus amigos políticos no será suficiente para castigar y garantizar justicia para un criminal que desde la función pública pudo beneficiarse personal y familiarmente de manera tan burda y evidente. 
Nuevamente el Estado mexicano, a través de sus instituciones judiciales y de procuración de justicia, se encuentra frente a otro reto de hacer valer la ley, aplicar la justicia y sancionar debidamente a quien al final de cuenta es solo un ejemplo más del deficiente y fallido sistema político y de justicia en nuestro país; el temor de que la impunidad siga ganando por fallas en el procedimiento, por insuficiencia en las acusaciones y sus evidencias, en pocas palabras que la impunidad se imponga por la simulación a la hora de aplicar justicia, es algo que los mexicanos ya sabemos y de lo que ya estamos cansados y hastiados. 
Lo peor del caso, es que la posibilidad de que Javier Duarte quede impune, por cualquier argumento que abuse de la apatía de la sociedad mexicana, no es lo peor que nos pueda pasar, sino el hecho de que a través de estos reiterados ejemplos se sigue alimentando la corrupción y la impunidad de un Estado débil e incluso considerado fallido por muchos. 
No contar con la garantía de que se pueda castigar ejemplarmente a un criminal, como lo es Duarte, es alimentar e incentivar la reproducción y permanencia de un sistema que mucho daña y lastima a México. 
Seguiremos con atención el progreso y desenlace de esta noticia de poder y justicia a la mexicana, esperando que mis supuestos y temores sean equivocados.

Imagen Zacatecas – José Luis Guardado Tiscareño




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