Heridas de la niñez

La causa de algunas tristezas vienen de nuestra infancia.

El otro día estaba platicando con unas amigas y una de ellas nos platicó que sufría depresión y que un doctor le recomendó que fuera a terapia con una psicóloga.

Ella desde chica vivió en un hogar bastante normal, muy querida por sus papás, tíos, abuelos; aparte de que está casada, lleva un matrimonio muy bonito y tiene tres hijos sanos y exitosos.

Es por eso que ella y todos los de su alrededor no entendían el porqué de su depresión.

Después de varias sesiones de terapia se dio cuenta de que la causa venía desde su infancia. Ella fue la primera niña de tres hijos y después de once meses nació su segundo hermanito, pero nació muy enfermo. Eso es lo único que ella sabía.

Dentro de su terapia la hicieron preguntar a su mamá exactamente lo que había pasado en esa época de su vida.

En resumen lo que le explicó su mamá fue que mientras ella era bebé hasta que nació su hermanito la mamá la cuidó mucho y estaban muy unidas las 24 horas del día. A la hora que nace su hermanito tan enfermo, la mamá la deja de cuidar, la dinámica familiar ya no gira alrededor de ella y lógico toda la atención se vuelca a su hermano, aparte de que ella siente los llantos, la enfermedad, las entradas y salidas al hospital.

Después de analizar esto, la terapeuta le dijo que este era el motivo de su depresión, y muy importante le ayudó mucho para no sentirse mal de tener esas depresiones y tristezas a pesar de tenerlo todo.

Hay que reflexionar y ver que la causa de muchas de nuestras tristezas vienen de “heridas de nuestra niñez”. Hay que investigar con nuestros padres si algo de lo que vivimos de chicos podría estar causando nuestras tristezas o depresiones.

Lo más importante de esto es perdonarnos, perdonarlos a ellos, que lo más seguro es que nunca nos quisieron hacer daño a propósito y desde hoy borrón y cuenta nueva; estar tranquilos pues ya se tiene claro de donde proceden estos sentimientos.

Si como padres hemos tenido en nuestra familia una situación parecida, en donde no le hemos podido dedicar el tiempo a nuestros hijos o por enfermedad, o por trabajo o por cualquier otra circunstancia; debemos de hablar con ellos de lo que tal vez causó su “abandono” y si en ellos existen tristezas o depresiones esto nos va a ayudar a todos a perdonarnos, a dejar de hacernos las víctimas, a comprendernos mejor y sobre todo a ser más felices.




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Isabel Orendain

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