Esfuerzo colectivo

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

A los pioneros de la Escuela Normal del Desierto. Los aplausos atronadores conseguían entusiasmar a cada contingente, hinchaban las emociones de los bailarines. El graderío estaba saturado por centenares de espectadores aquella noche cálida y festiva, disfrutando las presentaciones folclóricas de diez Escuelas Normales reunidas en una ciudad del sureste del País. Aquel entorno alegre, … Leer más

A los pioneros de la Escuela Normal del Desierto.

Los aplausos atronadores conseguían entusiasmar a cada contingente, hinchaban las emociones de los bailarines. El graderío estaba saturado por centenares de espectadores aquella noche cálida y festiva, disfrutando las presentaciones folclóricas de diez Escuelas Normales reunidas en una ciudad del sureste del País.

Aquel entorno alegre, iluminado con grandes lámparas enfocaban la luz hacia el escenario y propiciaba que los ejecutores concentrarán su atención a la interpretación de su bailable, quienes, olvidados de la puntuación asignada por los jueces, disfrutaban su intervención.

El reto surgió de manera natural en una de las escuelas que consiguió llamar la atención de las otras, pues había iniciado apenas tres meses atrás y necesitaba complementar sus símbolos de identidad como lema, logotipo, danza e himno.

Prácticamente nadie contaba con alguna experiencia previa, lo cual implicó mayores dificultades en los estudiantes.

En reunión de Consejo de Acción Social, constituido por un representante de cada grupo, informó sobre los acuerdos tomados con la Dirección escolar: “Se convoca al alumnado a organizarse en equipos de ocho integrantes, para que participen en la creación de la Danza Representativa del Semidesierto Mexicano.

Las actividades escolares eran intensas puesto que el Plan de Estudios se atendía invariablemente en dos jornadas diarias, una matutina y otra vespertina.

Eran tiempos en los que las comunicaciones y fuentes de consulta estaban muy lejanos a las posibilidades del alumnado (año 1976), aquellas mayores virtudes de aquella comunidad educativa eran la vehemencia y alto sentido de responsabilidad para atender las tareas implícitas en su formación profesional.

Por más esfuerzos que hicieron los estudiantes fue difícil presentar resultados en la fecha establecida en la convocatoria.

El sentimiento de incumplir desapareció cuando se otorgó una prórroga de tres semanas. Debieron hacer un esfuerzo notable para sustraer horas a su tiempo libre y reunirse sistemáticamente a atender el compromiso.

Otra buena modificación en las bases fue que podrían asociarse con otros equipos, lo cual permitiría la generación de más ideas. La participación fue nutrida y cada conjunto expuso música,  ejecución, coreografía, vestuario.

En la ejecución de los pasos, evoluciones y movimientos se hacía alusión a dos de las principales actividades económicas de la región: el cultivo de la tierra y el tallado de la fibra de lechuguilla y palma. Los enseres y accesorios: mujeres, canasta y rebozo; hombres, oaxaca, cortadora, tallador, paliacate y guaripa.

Circunstancialmente en todos los grupos había muchachos con conocimiento de música

Salvador, Celestino, Luis Aurelio fueron los músicos. El acompañamiento fue sólo de dos guitarras, un tambor y silbidos bucales a manera de flauta, como cualquier trabajador del campo prescinde de instrumento alguno, con su capacidad para silbar.

Los colectivos académicos tienen el talento para generar productos de calidad, contando con voluntad y un liderazgo como el del maestro Manuel García Ortiz, quien tuvo la gran encomienda de compilar, seleccionar cada uno de los elementos constitutivos de la danza “Medio día en el desierto”.




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