Alcohol al volante

“Yo siempre pienso, ¿y quién te ha dicho a ti que quiero que conduzcas por mí? Las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber déjame que las beba tranquilamente; no pongo en riesgo a nadie ni hago daño a los demás”. Así se refería el expresidente de España, José María Aznar, … Leer más

“Yo siempre pienso, ¿y quién te ha dicho a ti que quiero que conduzcas por mí? Las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber déjame que las beba tranquilamente; no pongo en riesgo a nadie ni hago daño a los demás”. Así se refería el expresidente de España, José María Aznar, a la campaña No podemos conducir por ti que puso en marcha el gobierno de entonces.

Puede parecer una simple anécdota, pero refleja cierta postura social sobre conducir con alcohol o alguna sustancia en el cuerpo.

Un joven de 33 años estrelló su BMW contra un poste a 180 kilómetros por hora con cuatro pasajeros a bordo en una avenida en plena Ciudad de México. Sobrevivió y se encuentra en cárcel preventiva, con una posible condena de más de 20 años. La cárcel como castigo no garantiza una prevención de futuras muertes, ni reeduca o rehabilita al conductor. El enfoque penal a este problema no ha resultado decisivo.

En EU, más de 10 mil personas mueren cada año en accidentes de tráfico relacionados con el consumo de alcohol, según datos del Centers for Disease Control and Prevention. En México mueren 24 mil  personas cada año por conducir bajo los efectos de bebidas etílicas; 55 muertos cada día.

El endurecimiento de los códigos penales y la reducción de los límites de consumo de alcohol al volante han tenido resultados limitados. Muchas personas conducen bajo los efectos del alcohol aunque hayan visto impactantes campañas o hayan escuchado miles de veces las posibles consecuencias. 

Se puede abordar un cambio de cultura desde la educación y el diálogo dentro de las familias para que las personas incorporen un sentido de responsabilidad colectiva al conducir. Llevan a sus espaldas su vida y la de las personas que le acompañan en el coche, y la de todas las personas, conductores y peatones que se van a cruzar en su camino hasta llegar a su casa.

Muchas personas no llevan coche cuando saben que, con mucha probabilidad, van a beber. Pero luego, liberados de esa responsabilidad y con el sentido del juicio y de la responsabilidad nublados, acompañan a conductores que quizá sí han consumido. Por eso no se trata de traspasar la responsabilidad a otros. Con alcohol de por medio, se pueden incentivar medios de transporte públicos o alternativos.Resulta paradójico negarse a subirse a un taxi por cuestiones de seguridad y preferir en su lugar conducir ebrio o ir de copiloto con alguien que ha bebido o consumido alguna sustancia.

Imagen Zacatecas – Carlos Miguélez