Le traemos la leyenda del Callejón de los perros

El lugar de esta famosa leyenda se encuentra en el callejón Fernando Calderón

ZACATECAS.- Dicen que algunas noches, alrededor de las 2 ó 3 de la madrugada, se escuchan a lo lejos los ladridos de una jauría de perros enfurecidos pero de la cual nadie tiene la menor idea de dónde es que en realidad puedan proceder.

Quienes han puesto atención dicen que, además de esas quejas de animales se escucha la voz entrecortada y sollozante de una mujer y luego un ruido como de muchas monedas que se deslizaran hacia el suelo.

Algunos curiosos detallan que todo eso ocurre en los alrededores de callejón Fernando Calderón, justo en lo que se conoce como la Casa de los Perros.

Hace muchos siglos, allá por el virreinato, vivía en la capital zacatecana una usurera, llamada Nicolasa Rioja, conocida por el vulgo como doña Cajón de Riales por la enorme cantidad de joyas y riquezas que solía atesorar en sus caudales, cuando la gente necesitada de los alrededores le daba a empeñar sus pertenencias.

Nicolasa guardaba sus riquezas en un cajón colocado en un extremo de su casa, dentro del cual iba acumulando el producto de los cobros a los habitantes de la ciudad, a quienes pedía altísimos intereses por un préstamo, de modo que en poco tiempo había logrado amasar fuertes cantidades de dinero y joyas.

Cuando sus deudores la interrogaban, le preguntaban que si algún día le ocurría algo adverso, en manos de quién iba a ir a dar tanto dinero.

Le decían “cajoncito de reales” porque era usurera

A  ello, la arrendadora respondía que en “su cajita de riales tenía poquito, muy poquito y que ese dinero era para alimentar a algunos perritos que mantenía, pero nada más”.

Un día soleado llegó a la ciudad una feria de gitanos que se instaló a unos pasos de su casa, allá por la actual avenida Fernando Calderón, luego de cuya función, uno de los participantes fue visto cenando con Nicolasa Rioja en su propia casa.

Al día siguiente, Zacatecas despertó con la noticia de que le habían robado las joyas a la virgen del Patrocinio en el cerro de la Bufa pero los vecinos mismos dijeron que ninguno de ellos pudo haber sido porque amaban a su santa patrona y nadie de la comunidad se iba a dar a la tarea de despojar a su propia comunidad.

Horas después, cuando los perros de Nicolasa aullaban como nunca antes, sus vecinos descubrieron horrorizados que la usurera había sido desgarrada de sus carnes por las mascotas y que a un lado del cuerpo se hallaban todas las joyas robadas a la inmaculada.

Así que, cuando pase usted cerca de ese callejón y escuche ladridos como de ultratumba o rodar de joyas y monedas, entre los gritos desgarradores de Nicolasa, mejor acelere el paso, no sea que lo alcance la maldición de Nicolasa.